domingo, 3 de diciembre de 2006

Un Regreso poético a la Infancia




Escribe Paolo Astorga



“Decir la infancia es reconciliarse con aquellas voces que dejaron de ser nuestras, las más amadas, y acceder a una zona de continuo fragmentada que, otra vez exige ser nombrada”. Así nos dice la contraportada del libro de poemas “Libro de Daniel” (Jaime Campodonico/ Editor 1995), perteneciente al Vate Javier Gálvez Zuloeta (Chiclayo-Perú, 1966).

En este breve libro, que dicho sea de paso fue ganador de los juegos florales de la Universidad Mayor de San Marcos (1995), tenemos que rescatar la intensidad y frescura que nos transmite a través de sus imágenes nostálgicas y a la vez su apología referencial a la obra de Homero “la Odisea”, esto, además de su fineza verbal que nos transporta a la cotideanidad y a la sencillez de una infancia que para muchos puede parecer tan entrañable como lejana.

Dividido en tres partes, el poemario nos va llevando a un viaje interior de recuerdos y citas con nuestro pasado. Fija en nosotros las eternas imágenes del mar. Un mar donde perdernos, donde encontrar cierta verdad en torno a nuestra esencia, hasta fijarla, entenderla y comprender, que hemos crecido y que ahora el sonido de una ola o la sencillez de una caracola, no nos desconcierta. Pero es la mar también un signo, un final que nos mueve a identificarnos con su inmensidad e impone nuevamente una recreación de nuestra propia infancia, tomándonos de esta imagen hasta rescatar nuestra niñez.
Pero no sólo habla de nostalgia o tiempos que por su peso ya pasaron, sino, nos invita a encontrarnos en cada palabra, en cada matiz que logra tomar los ambientes, nos incita apropiarnos de esa realidad y nacer otra vez en ese verbo, del rumor de las acequias, las garzas o las abejas que poblaron alguna vez nuestra infancia.
Javier Gálvez, no sólo nos vuelve a inventar una situación pasada, vuelve con nosotros y toma la esencia colectiva de una niñez, que ronda y ronda por nuestros corazones, esperando salir a flote y hacernos contemplar, no lo perdido, ni mucho menos aquello que nos desconcertó, sino, él nos quiere dejar en claro que, en el fondo, nunca entenderemos cuál trascendente fue la esta etapa en nuestras efímeras vidas.

Aquí un fragmento:




Si la mar existe olvida, pues, el polvo acumulado en los estuarios y la paciencia astuta de los ciegos mientras duras.
Ya no temas la ceniza al despertar. Hay quienes, imitando
las mareas, fijan el secreto del transcurso en la ceniza
y vuelven a esperar. Pues donde está la mar está el Umbral.
Y es ese rumor de cuernos blancos, creados de repente en las orillas, para que puedas despertar.

No hay comentarios: