jueves, 23 de noviembre de 2006

“El amor y la muerte, Polvo que une”




escribe Paolo Astorga





Nada más lúdico que el amor, nada más propenso a las dudas, a lo extremo, a lo incomprensible y hasta a la locura eterna como el amor. ¿Es acaso el amor un sentimiento tan débil a desvirtualizarse, a mancharse de mundo, de soledad, de dolor de existencia, para que tenga que madurar en la muerte, para que su fin termine en lo vertiginoso de un acantilado oscuro, donde la luz sólo nos vuelve más hostiles, más decididos a mostrarnos ciegos?

Polvo que une (Premio Leopoldo Panero 1974) de la poeta argentina María Julia de Ruschi Crespo, relaciona de alguna manera esta gran interrogante haciendo de ella una lírica que juega con sus propios abismos, sus propias dudas, hasta terminar en un yo dentro del tú, un yo poético que se va adentrando al olvido de la carne, del sueño, y hasta del mismo olvido: echemos tierra sobre sus cenizas / y retirémonos sin dejar rastro. Pero también entre un diálogo la palabra que se da de golpe con su esencia, el estupor del artista, del poeta que tiene que ver lo que otros no quieren ver: y con qué espanto mueren los animales / y con qué espanto / deseo vivir.

La vida, es sólo una oportunidad, la palabra, una eterna frustración para el creador que sólo encuentra un deseo por no observar la realidad, lo que nos retiene o nos mueve, la palabra encarcelada en la palabra y la acción de cerrarnos a la esencia, al verbo más elemental, la redención en la poesía que es sólo una utopía soñada: y entonces les cerramos / los ojos / y bajo sus párpados / queda / ciega / nuestra palabra.

María Julia, demuestra una poesía que muchas veces se da de lleno con la naturaleza del terror, con la misma vida fatal, que en ocasiones, hace del ser humano un fugitivo, una sombra esquiva en busca de una salida, la salida más rápida que se pueda tentar: comenzó a mirarme / comenzaron a mirarme y devorarme todas las cosas // y me puse mi máscara. También, la poeta logra ver cómo la muerte entrega un percepción de la naturaleza diferente: la muerte / incita a las flores a la voracidad.

La poesía se transforma en víctima de las palabras y viceversa. La poesía amamanta un nuevo sentimiento, una nueva y feroz percepción de la expresión, donde la poeta se ve atrapada en cada verso, en el mundo, y las imágenes sucias y sagradas, desgarradoras y a su vez hermosas, imponentes, aquellas que alzan un vuelo profundo hasta tocar la herida abierta del lector. La muerte es una mancha que la poeta debe de conocer, probar, compartir hasta entender lo que detrás existe: lo blanco / se ensucia con mi muerte / se ensucia con mi vida o tentando al mundo como un objeto perecible y débil ante la catarsis poética: un poema de amor es un animal feroz // el mundo es devorado por un poema.

La realidad es y no es. La muerte madura en vida y esa desesperación que une a la noche con la melancolía empuja a la poeta a vivir al borde del thanatos, intimar con una fuerza poética sosegada y a la vez fiera, desconocida. La violencia apuntando a la redención, quizás un mero acercamiento a la Divina Comedia de Dante Alighieri, un transito eterno que nos deja al final una esperanza, una idea que se esgrima en nuestras pupilas, y el silencio, y nuestras sombras, y el relámpago oscuro, únicos acompañantes a nuestro destino final: el amor, polvo que une.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En efecto María Julia es la más importante de las poétas Argentinas
de las últimas decadas. "Diana cantando Diana" y otros poemas suyos poco conocidos - su trabajo de tráductora: Sylvia Plath - con la cual comparte un sentido trágico de la vida no caracterictica de nuestro tiempo, hacen de ella un "animal" distinto y silencioso en en bullicioso ámbiente de la poesía Argentina de los últimos tiempos.

Oscar Portela

Anónimo dijo...

Ofertorio de Brumas
Por Oscar Pórtela

Porque Celebro el aroma y la epifanía de las Brumas
La muerte de Dios y de los Dioses-
El sacrificio del cabrito y el eclipse definitivo
Que reina sobre el mundo, el vaciamiento de las aguas
Y la podre del perfume de aquel simio
Construido a imagen y semejanza de un Dios,
Porque celebro el reinado de las sombras
Que ocultan al ranúnculo, la desaparición de las Estaciones
Y el Tiempo Cósmico, Pues Yo Celebro,
La Extinción de la procreación y el humo de todo lo real,
La inútil repetición del Círculo Vicioso.
El triunfo de las Hienas sobre el León, la fuga de todo soplo
Que anime los cadáveres en sus sepulcros,
Las cenizas, El Silicio y la Hiel, Celebro el Cierzo
Que ha venido para quedarse. - el nombre y los
Funerales del nombre - El reinado del Horror y el Caos,
La coronación de los polichinelas, los bufones y los
Hombres pequeños semejantes a topos,
La ceguera de la Imagen y la sordera de la acústica,
Las multitudes solitarias y la Estación Terminal de las Comunicaciones
O la riza de los nietos de Frog convertidos en Hackers,
La inteligencia de las maquinas y los túneles de las
Termitas, las Señales Borradas, la Desaparición de los Estados
Y el Estertor de los Pueblos sobre la Tierra.
Pues Yo Celebro la plaga de langostas, el agua transfigurada en sangre,
Los tábanos en la Carne del Cordero,
Las pompas del "axis mundis"
He invoco las Horas de una noche sin términos.

Silencioso será el estertor e inadvertido. Estamos
E Ignoramos si las plegarias devolverán El mar al Mar.
El Horizonte al Horizonte y el Hombre a su morada
De Barro y Lodo. Baldía está la tierra.

Cae el telón rasgado y el homúnculo vistiendo de disimulo y de mentiras.
Tras la puesta en escena, oigo la riza del bufón.
Su carcajada.

A Milagro Haack de Oscar Portela

12 de Febrer 2007-02-12
Santa Lucía- Corrientes.