domingo, 14 de octubre de 2007

La soñada coherencia


Poesía: A 30 años de la desaparición de Luis Hernández, Mesa Redonda publica libro-homenaje con fotos inéditas

Por Giomar Silva*



"Ah, mis libros que yo he escrito. Ah, ya. Esos son: Vox Horrísona, que incluye toda la obra. Toda la obra es: Voces íntimas, Al borde de la mar, El elefante asado, Cinco canciones rusas, La avenida del cloro eterno, El sol lila, Los cromáticos yates, El estanque moteado, La playa inexistente. Esos son. [...] Lo bueno es que los libros están tramados uno sobre el otro. O sea en un cuaderno hay partes de El elefante… partes de El estanque… y así…
"–O sea que primero escribes y después decides a dónde corresponde cada poema.
"–Claro.
"–Pero mientras los escribes no sabes a qué corresponden.
“–No, de hecho ya se sabe. Ponte uno con bastante humo y esas cosas, pertenece a La avenida del cloro eterno. Uno un poco azul es Los cromáticos yates. Si se me ocurre un poema por ejemplo extraño es El sol lila. O sea van por derecho propio. A La playa inexistente van aquellos poemas que ni yo entiendo. Y no tengo ni la menor idea de lo que quieran decir, pero me parecen lindos en la forma de palabras. O sea son ejercicios, casi.
[...]
"–¿Qué clase de poemas lleva El estanque moteado?
"–Lleva poemas de misterio. Es una novela de misterio... Allí salen las figuras del Inspector, del Gran-Jefe-Un-Lado-Del-Cielo y la otra gran figura, y hay una tercera figura. Son tres personajes que viven. El Inspector es un inspector. El otro, el Gran-Jefe-Un-Lado-Del-Cielo, soy yo, es lo más seguro. No sé, una vez lo pensé, y creo que soy yo. Es lo más probable. O sea comencé a comparar al Gran-Jefe-Un-Lado-Del-Cielo con diversas personas y más se parece a mí que a otras personas. Entonces me parece autobiográfico, el Gran-Jefe-Un-Lado-Del-Cielo que le gusta ir al cine, que le gustan los bares, el aserrín y nada más. ¡Qué pocas cosas de la vida, oye! A mí lo que más me gusta en la vida es el aserrín, los bares, el mar y las esquinas y nada más".

(Entrevista concedida en los años setenta a la revista argentina Tsé Tsé)

...

Nunca he sido feliz / Pero, al menos, / He perdido / Varias veces / la felicidad ("Nunca he sido feliz")


Una entrevista más dio Luis Hernández durante la misma década, antes de 1977, el año en que un tren gaucho se lo llevó de encuentro en cuerpo y alma. O sería válido sospechar, mejor, que con su alma no pudo el susodicho tren; pocas sensibilidades, como la de Hernández, logran llegar diáfanas al papel. El Gran-Jefe-Un-Lado-Del-Cielo dejó su alma escrita –siempre con tinta líquida porque con la tinta seca "no sale bonita la letra"– en esos cuadernos de colores que regalaba a sus amigos, luego de renegar de la publicación convencional.
Treinta años han pasado desde entonces.

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Los cuadernos devenían en un caleidoscopio que, con suerte, precisa no una sino muchas ediciones, no una sino muchas purgas. Del sometimiento a los cedazos de cada punto de vista tendría que salir una obra mayor de la lengua española. De ello estoy absolutamente convencido y esta primera prueba, a treinta años de la muerte de su autor, se titula, con guiño evidente, La soñada coherencia.
Así dice en el prólogo el poeta y crítico Edgar O'Hara, experto en Luis Hernández que, a manera de homenaje por las tres décadas, ha depurado sus textos con el único fin de desentrañar poesía. El resultado es La soñada coherencia, hermoso volumen editado por Mesa Redonda –y el proyecto más importante y arriesgado del 2007 para el joven sello editorial de Sandra López– que aspira a configurar una obra coherente desde el punto de vista creativo, además de incluir un dossier con fotos inéditas del poeta proporcionadas por Herman Schwarz. Porque en sus cuadernos, L.H. puso tanto lírica pura como citas de sus poetas favoritos –Byron, Shelley, Keats–, letras de canciones de los Beatles y Cat Stevens, pensamientos, padecimientos de narcodependiente y maromas verbales diversas. Como explica el propio O'Hara: el diario personal, los pensamientos anotados a capricho, la crónica de desencuentros con el poder político (o, mejor, policial), el registro de internamientos en clínicas expresado con el lenguaje inconfundible de los adictos que han ido y venido por las etapas de rehabilitación y murmuran, a modo de conjuro, una muletilla religiosa. Todos estos textos se encuentran en los cuadernos de Hernández pero conviene no confundirlos con su originalísima poesía. Poesía así:
Extraña es tu alma, Amor. / Más extraño aún / Quien te ama.

...

Hace diez años, el poeta Luis La Hoz recordaba en Caretas 1483 sus inicios en la medicina al lado de Luchito "The Kid". Hernández era el médico y La Hoz era enfermero. "El estetoscopio estaba colgado de un clavo. Y cuando no había pacientes me hablaba en un alemán que yo no entendía. Cuando había pacientes no cobraba las consultas. Regalaba los remedios o los trocaba por cigarrillos". El doctor Hernández era también el explorador de cantinas de la Plaza Francia, el boxeador, el parroquiano del S.O.S. de La Herradura, el músico, el astrónomo, el viajero, el chico que se ponía triste y escribía poemas y hacía dibujos con plumón, que vivió su vida en versos, él su propia obra, él el punto final. Difícil de imaginar mayor de treinta y seis años.
–Uno hace con su vida lo que quiere y haga lo que uno haga, nunca hace nada. Porque hagas lo que hagas las cosas son como son. O sea que cualquier movimiento, cualquier cosa que escribas no es nada. Las cosas suceden igual, sin ti o contigo, escribas o no escribas, hables o no hables, eso es la gran verdad; nada más.
Nada más.

* Publicado en Caretas Nº 1995.


En la foto: Luis Hernández. La nota incluye en un recuadro su siguiente poema: "Mi Primer Amor. Mi primer Amor / Fue la Música / Mi segundo Amor / Fue el Amor / A la Música / Mi tercer Amor / Fue triste / Y feliz".

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