domingo, 9 de marzo de 2008

Los libros de Google




Por Jorge Paredes









Cuando Google anunció en el 2004 la digitalización de unos 15 millones de libros hubo entusiasmos desmedidos y críticas severas. Ahora cuando el buscador más famoso se apresta a celebrar su primera década, aparece un libro que cuestiona este proyecto, llamado Google Book Search. La polémica está abierta.

Esta historia se remonta al 14 de diciembre del 2004. Ese día, Google -el buscador más importante de la red que factura tanto o más que la Coca Cola y que atiende mil millones de consultas al día- anunció desde su matriz en Mountain View, California, la creación de Google Print, un proyecto faraónico que prometía digitalizar unos quince millones de libros impresos. El objetivo era ofrecer gratuitamente, en línea, las obras que estuvieran en el dominio público hasta 1930 y las impresas después con una pequeña remuneración. Para ello contaba con el apoyo de las bibliotecas de las universidades de Stanford y Michigan y con el consentimiento de la Biblioteca Widener, de Harvard, y de la Biblioteca Pública de Nueva York. Desde Londres, la Biblioteca Bodleiana de Oxford también se sumaba al anuncio y ofrecía sus obras anteriores a 1900. El proyecto, sin duda, levantó entusiasmos desmedidos, pero también algunas críticas severas. Jean-Nöel Jeanneney, entonces presidente de la Biblioteca Nacional de Francia, fue el primero en salir al frente y este libro (El día que Google desafió Europa, Editorial Peisa / Lom) sustenta los temores de un hombre europeo frente a un proyecto que él no tardó en calificar como "asunto estadounidense".

Vamos por partes. En primer lugar lo que se cuestiona aquí no es la idea de fondo, la de digitalizar obras impresas, sino la forma en que se llevaría adelante esta iniciativa. Es decir el criterio de selección de las obras y lo que el buscador más famoso de la red entendía por "universal". Jeanneney lo explica así: "En contradicción con lo que han soñado los editores del siglo XIX, no puede existir una biblioteca universal, salvo una que, como mucho, ofrezca miradas específicas sobre lo universal. Por fuerza debemos hacer elecciones todo el tiempo. Podemos calcular en más de un centenar de millones las obras impresas por la humanidad después de Gutenberg (.). La cantidad prometida por Google, que en términos absolutos es impresionante, no corresponde más que a un pequeño porcentaje de esa inmensidad. Hay, pues, que interrogarse sobre los libros que van a componer su selección y los criterios que conducirán a determinar la lista de los elegidos.

Y si Google, consciente de este punto, anuncia un plan -hasta ahora incierto- de clasificación, el debate sobre la validez que ésta pueda tener y sobre el eventual imperialismo que por medio de ella se impondría, no es solamente legítimo, sino sobre todo necesario, ya que corremos el riesgo de que esa selección se imponga en detrimento de una herencia de siglos de sabia reflexión". Y líneas más adelante concluye: "Nos encontramos, entonces, frente a una preocupación cívica que tiene que encarar varios peligros potenciales. El primer riesgo es que, en lo que respecta a las obras cuyos derechos patrimoniales ya han caído en el dominio público, la lista de prioridades favorezca a las expresiones de la cultura anglosajona. También, el peligro de que, por el lado de aquellas obras cuyos derechos están aún protegidos, solo nos sea permitido el acceso a apetitosos extractos en forma de 'avisos publicitarios'; y que, como consecuencia de ello, a medida que transcurra el tiempo, el peso de los editores estadounidenses se torne aplastante".

El trasfondo de esta discusión queda bastante claro. Es eminentemente político. Europa, que con la imprenta dominó Occidente, versus Estados Unidos, que tiene en Silicon Valley, algo así como el símbolo del nuevo poder ejercido por Internet. Y tiene que ver en palabras de Jeanneney con el peligro que un proyecto de esta envergadura representa para la cultura europea y la de países periféricos de Africa, Asia o de América Latina, con lenguas y poblaciones minoritarias. La supremacía anglosajona (Estados Unidos y el Reino Unido) en la red que, en últimas instancias, es también la hegemonía de un modelo cultural regido estrictamente por "la mano invisible" del mercado y la publicidad.

Un mercado que, nos recuerda el bibliotecario francés, organiza generalmente los circuitos de acceso culturales a favor de los productos más elementales, los menos desafiantes o los más banales. O en circunstancias extremas, que organiza los enlaces de acuerdo a los intereses políticos de un estado o de un gobierno, como sucedió -y lo recuerda también este libro- con el acuerdo firmado entre Google y el gobierno chino para censurar algunas páginas del buscador como requisito previo para que el gigante estadounidense pudiera ingresar al mercado más sobrepoblado del globo. ¿Sucederá esto con los libros del proyecto de Google?

NAVEGANDO
Los criterios con los que Google organiza la información en la red también son cuestionados por Jeanneney. Es cierto que cuando uno pulsa una palabra en el buscador se abren decenas, cientos, miles y a veces millones de opciones, pero también es verdad que nadie, o pocos, avanzan más allá de las primeras diez páginas. Por ello es clave conocer el criterio con que Google jerarquiza estos enlaces. La fórmula, dicen en Mountain View, es logarítmica y está definida, entre otros aspectos, por la cantidad de entradas que tiene cada página. Esto hace que las páginas más buscadas lo sean cada vez más, convirtiéndose obviamente en las más rentables. "Podemos fácilmente darnos cuenta de que, visto el peso del registro de las consultas (.), es un sistema donde el éxito va al éxito, a expensas de los recién llegados, de las minorías y de los marginales", escribe el ex director de la BNF.

Obviamente todo lo que plantea el libro son conjeturas a partir de un proyecto puesto en marcha por Google -llamado ahora Google Book Search-, el cual puso en alerta a los países europeos para diseñar un modelo alternativo, de carácter público y que no esté regulado necesariamente por el mercado. Conjeturas propias de un siglo donde lo que sucede en el mundo virtual incide cada vez más en el mundo real, en la sociedad, la cultura, la educación y la política. Con el tiempo los cerebros californianos han transformado el Google Book Search en un motor de búsqueda de reseñas, referencias, mapas, lectura y compra de libros -los de dominio público se pueden bajar gratuitamente-. Con todo, está todavía lejos el sueño de Borges de poder acceder a una biblioteca absoluta que contenga todos los libros producidos por el saber humano. Una quimera que tendría que vencer, primero, las barreras impuestas por quienes pretenden arrogarse la hegemonía de lo universal.

OPINIÓN
Javier Protzel (Universidad de Lima) Pese a que deba felicitarse a Google por la inmensa información que brinda y por los convenios que ha suscrito con las universidades Complutense de Madrid, de Oxford y de Harvard para digitalizar las colecciones que conservan en sus bibliotecas, los reparos de Jean-Noël Jeanneney me siguen pareciendo válidos. No olvidemos que Google acapara aproximadamente el 70% de las búsquedas mundiales de la World Wide Web. En el proyecto Google Book Search, qué duda cabe, se está afirmando una vez más la hegemonía de la lengua inglesa. Frente al estereotipo de unos Estados Unidos cosmopolitas y abiertos al mundo deberá notarse que solo el 3% de las publicaciones de ese país son traducciones de lenguas extranjeras. La expansión del inglés como lingua franca académica ha hecho retroceder a otras lenguas y ha llevado a subestimar a los autores no traducidos al inglés. Aunque el Google Book Search arguya ser un motor de búsqueda multilingüe, ello no impide que la mayor parte de los sitios a los que da acceso estén en inglés, lo cual va habituando al internauta no angloparlante a contentarse con la lectura en ese idioma. A esto se agrega que la mayoría de las publicaciones que Google escanea y pone a disposición estén escritas en inglés, o bien sean traducciones de otras lenguas. Por otro lado, cada consulta al buscador inevitablemente selecciona y jerarquiza, puesto que al lado del privilegio lingüístico está el criterio comercial que le da a Google sus ganancias: a mejor pago del anunciante en la subasta, mayor prioridad obtenida en la larga lista de links publicitarios que aparecen al lado derecho de la pantalla, predominando la lógica del marketing. La propuesta de Jeanneney se orienta en cambio a la formación de un gran motor de búsqueda multilingüe y de alcance universal, sin fines de lucro, cuyos primeros pasos están dando las bibliotecas nacionales de varios países europeos.